Cuando estaba pequeño, mi madre, Doña Aura, siempre la escuchaba decir “hay que hacer una cuarentena”, cuando se disgustaba con algún vecino, por cualquier desacuerdo del momento. Hoy en día traduzco, ese decir, que si había una desavenencia con alguien, y la mente no salía el problema, siempre está ahí, entre ceja y ceja, revoloteando lo sucedido y después que queda, el desgaste inútil de las neuronas.
Por eso, la vida es como un laboratorio, donde se puede aplicar el ensayo y error, es decir, si analizas cada momento de la vida concienzudamente, podrás vivir una vida placentera. Por ejemplo, si andas con los ojos y la mente abierta, veras como, se encuentra la situación a tu alrededor, si hay algún peligro cerca de ti, así como también las buenas oportunidades que te ofrece la vida.
Si vives bajo el manto de una preocupación que no te deja vivir tranquilo, y no la asimilas de manera inteligente, te devorara sin necesidad, esa situación te resta tiempo valioso de vida, los minutos que Dios te regala para vivir, es desperdiciado por tu persona, por no entender que todo pasará y a la final, toda la preocupación se disipará, por el tiempo, es decir, se olvida y ese detalle te servirá para que no ocurra de nuevo lo que causo tu preocupación.
Haz un juego de memoria y recordaras de algún hecho, que paso en el recorrer de tu vida, tuviste una gran preocupación por algún motivo, y ahora te darás cuenta que aquel momento fue angustioso y al pasar el tiempo la preocupación, ya no es nada en tu existencia.
Esas experiencias sirven, para pisar el camino de la vida, con pies firme y aprovechar cada minuto, que el creador (tu Dios), te regala, para asimilar cada preocupación, que nunca faltara en nuestras vidas, y de esa manera vivir con plenitud y analizando las experiencias ocurridas, lograremos que en el camino, se enderece la carga.
GRACIA DIVINA
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